¿Qué son las pedagogías activas?
Las pedagogías activas son enfoques que colocan al estudiante en el centro del proceso educativo. A diferencia de los métodos tradicionales, donde el conocimiento se transmite de forma unidireccional, estas metodologías fomentan una participación real del estudiante en su proceso de aprendizaje. Aquí, el aula se convierte en un espacio para explorar, experimentar, dialogar, resolver y construir conocimiento.
Lejos de la simple repetición de contenidos, las pedagogías activas promueven el pensamiento crítico, la autonomía y la colaboración. En lugar de aprender para responder una prueba, los estudiantes aprenden para entender, aplicar, cuestionar y transformar lo que saben.
Este tipo de enseñanza fomenta el protagonismo estudiantil, transformando la clase en una experiencia significativa (Jiménez-Hernández et al., 2020,). Aprender no es repetir lo que se dice, sino hacer, reflexionar, crear, y vincular el conocimiento con la vida real.
Beneficios de las Pedagogías activas
Adoptar metodologías activas no solo modifica la dinámica del aula: transforma sus resultados. Muchas escuelas y colegios que han integrado estas estrategias reportan mejoras sustantivas tanto en lo académico como en lo emocional y relacional.
Entre los beneficios más observables se encuentran:
- Mayor motivación y sentido del aprendizaje: Los estudiantes participan con más energía cuando sienten que lo que hacen tiene propósito.
- Mejor comprensión profunda: Más allá de la memorización, aprenden a relacionar conceptos, hacer conexiones y aplicar lo aprendido en distintos contextos.
- Desarrollo de habilidades clave: Trabajo en equipo, comunicación, pensamiento crítico, empatía, creatividad y autonomía.
- Inclusión educativa: Se abren caminos para participar desde la escritura, el debate, el diseño y la investigación. Todos los estudiantes encuentran una forma de contribuir.
- Reducción de la deserción escolar y mejora del clima de aula: Cuando el aula se convierte en un espacio activo y respetuoso, los estudiantes se sienten más involucrados y valorados.
Además, los docentes también encuentran beneficios: mayor satisfacción laboral, más conexión con sus estudiantes, clases más dinámicas y una renovación constante de su práctica pedagógica.
El nuevo rol del docente
En las pedagogías activas, el docente no desaparece. Todo lo contrario: se vuelve aún más central, pero en un rol distinto. Deja de ser quien controla cada momento del aprendizaje para convertirse en guía, orientador, provocador de preguntas, facilitador y acompañante.
Este cambio de rol implica una transformación en la forma de enseñar:
¿Qué significa esto en la práctica?
- Plantear preguntas abiertas: No solo entregar respuestas. Se fomenta la curiosidad y el pensamiento divergente.
- Diseñar espacios donde los estudiantes investiguen, propongan y discutan: El aprendizaje se vuelve horizontal y colaborativo.
- Evaluar procesos, no solo productos finales: Se valoran la reflexión, el esfuerzo y el recorrido, no solo la nota.
- Dar retroalimentación continua, personalizada y constructiva: Se acompaña al estudiante de manera cercana, ofreciendo herramientas para avanzar.
Este enfoque no requiere partir desde cero ni desechar todo lo anterior. Al contrario, permite a los profesores resignificar las clases desde lo que ya se hace bien, incorporando elementos que potencien la participación y el sentido del aprendizaje.
Metodologías activas para aplicar en el aula
No se necesita ser un experto en innovación pedagógica para empezar. Aquí presentamos cinco estrategias activas que puedes aplicar en distintos niveles educativos y áreas del currículo.
1. Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP)
Consiste en que los estudiantes investiguen y respondan a una pregunta auténtica o resuelvan un problema significativo.
Ejemplo: diseñar una campaña para reducir el uso de plásticos en su escuela, involucrando a la comunidad educativa, investigando normativas y creando afiches, videos y acciones de difusión.
Este enfoque integra asignaturas, desarrolla habilidades y conecta la escuela con el entorno.
2. Gamificación
Utiliza elementos del juego (desafíos, recompensas, niveles, roles) para organizar y motivar el aprendizaje.
Ejemplo: en Ciencias, cada unidad se presenta como una misión con retos por cumplir. Los estudiantes suman puntos, desbloquean contenidos y avanzan según su desempeño.
La gamificación no solo aumenta la motivación, sino que favorece la autorregulación y la resolución de problemas.
3. Clase invertida (Flipped Classroom)
El contenido se trabaja fuera del aula (videos, lecturas, podcasts) y el tiempo en clase se dedica a aplicar, discutir y resolver dudas.
Ejemplo: en Historia, los estudiantes ven un video sobre la independencia en casa y en clase crean una dramatización o analizan cómo esos procesos históricos aún impactan en la actualidad.
Este enfoque permite diferenciar la enseñanza, atender ritmos distintos y aprovechar mejor el tiempo cara a cara.
4. Aprendizaje colaborativo
Los estudiantes trabajan en grupos estructurados, donde cada integrante cumple un rol y tiene responsabilidad en la tarea.
Ejemplo: en Lenguaje, analizan distintas editoriales sobre un mismo tema. Cada grupo presenta su análisis y los demás formulan preguntas, ampliando el debate.
El aprendizaje colaborativo promueve la empatía, el diálogo, la negociación y el pensamiento crítico.
5. Aprendizaje Basado en Retos (Challenge-Based Learning)
Plantea un reto del mundo real que exige investigar, debatir, diseñar soluciones y actuar.
Ejemplo: en Educación Ciudadana, se plantea cómo mejorar la seguridad vial en el entorno escolar. Los estudiantes diagnostican el problema, proponen soluciones viables y presentan sus ideas a autoridades locales.
Este enfoque desarrolla competencias ciudadanas, pensamiento creativo y responsabilidad social.
Consejo práctico: no necesitas aplicar todas estas estrategias a la vez. Elige una, pruébala, evalúa su impacto y avanza paso a paso. Lo importante es que el estudiante deje de ser espectador y se convierta en protagonista.
¿Funciona en la práctica? Un caso real en Chile
Liceo Bicentenario de Excelencia San Nicolás (Región de Ñuble)
Este liceo público, ubicado en una zona rural de Chile, se ha transformado en un referente de innovación educativa gracias a su compromiso con las pedagogías activas.
Desde 2015, implementan una estrategia institucional centrada en:
- Aprendizaje Basado en Proyectos.
- Clase invertida.
- Evaluación auténtica.
- Trabajo interdisciplinario.
Cada asignatura se vincula con la realidad del territorio. Por ejemplo, en Ciencias diseñan sensores para medir la calidad del agua en canales locales. En Historia y Lenguaje, crean podcasts con relatos de la comunidad para preservar la memoria local.
Resultados observados:
- Aumento sostenido del rendimiento académico.
- Participación activa de los estudiantes y sus familias.
- Disminución de la deserción.
- Reconocimiento nacional e internacional.
Este caso demuestra que, incluso en contextos con recursos limitados, es posible lograr un aprendizaje profundo y transformador cuando se apuesta por la innovación pedagógica.
¿Cómo empezar? Claves para transformar tu aula
No necesitas cambiarlo todo de golpe. Aquí algunas acciones concretas para iniciar tu camino hacia una enseñanza más activa:
- Empieza pequeño: prueba una estrategia en una unidad o actividad.
- Planifica con foco en el estudiante: ¿qué debe hacer, pensar, construir o defender?
- Explícales el cambio: involucra a tus estudiantes en el proceso.
- Evalúa de manera coherente: con rúbricas claras, coevaluación y portafolios.
- Comparte con colegas: intercambiar experiencias enriquece y potencia tu práctica.
Conclusión: Enseñar para transformar
Adoptar pedagogías activas no es solo una innovación didáctica. Es una forma de reconocer que nuestros estudiantes merecen aprender con sentido, participar del conocimiento y prepararse para un mundo complejo, cambiante y desafiante.
Estas metodologías devuelven vida al aula, conectan la enseñanza con lo real y abren la puerta a aprendizajes más profundos, humanos y duraderos (Luelmo del Castillo, 2018)
No se trata de cambiar todo de una vez, ni de hacerlo perfecto. Se trata de atreverse a dar el primer paso:
- Cambiar una clase.
- Reformular una pregunta.
- Escuchar más.
- Evaluar diferente.
- Confiar en tus estudiantes.
Porque cuando la transformación empieza en tu aula, ese cambio ya vale la pena.
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